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GRANDES TEMAS QUE EL CINE HA TRATADO

CINE Y MIGRACIONES:

El cine ha reflejado desde sus inicios los dramas humanos de la sociedad, entre ellos la necesidad de dejar su propia tierra para sobrevivir. El cine español, por ejemplo, durante su historia, ha ido representando en imágenes el problema de las migraciones. Antes de los años 40 del siglo XX, la migraciones rurales, con películas tan profundas y cargadas de dramatismo como las dos versiones que Florián Rey hizo de La aldea maldita, una en 1930, muda y otra sonora en 1942. La Castilla más dura se refleja con sus dramas campesinos y su necesidad de salir a trabajar en otros lugares. Hay que salir del campo por necesidad, de un campo maldito, yermo, en el que no se puede vivir. Sin embargo, el cine presenta igualmente lo negativo de la gran ciudad, y sus vicios, así como la necesidad de volver al lugar de origen en el que está la seguridad, la armonía familiar y el honor. La mujer, en el cine de emigración, es en muchos casos, la gran perdedora. O es la mujer sumisa, que acompaña al marido y cuida a los hijos, o se pierde en la ciudad, como en el caso de La aldea maldita, en la que para sobrevivir debe dedicarse a la prostitución. El marido, cuando la encuentra, apela al honor de la familia -más bien al de los varones de la misma- y la castiga con la exclusión y el silencio dentro de la casa, aunque no la expulsa con el fin de que no trascienda la vergüenza.
Ya avanzado el siglo, Juan Antonio Nieves Conde realizó Surcos (1951), que nos da a conocer los problemas de la emigración rural hacia la ciudad en la España de Franco. La película, -puede entroncarse en el neorrealismo español- y a pesar de que su director era falangista, fue censurada y depurada por el régimen por representar el fenómeno de la emigración rural como común en el país, dejándolo como la anécdota de una familia que fracasa en la ciudad y debe volver al pueblo del que salió. La película, muy interesante y significativa, narra las vicisitudes de una familia rural tradicional en la gran ciudad. Se representan las angustias de todo emigrante, el rechazo de los habitantes de la ciudad, la necesidad de algunos de los miembros de la familia de relacionarse con el mundo del delito, la pérdida de los valores tradicionales… Aquí también, dos mujeres, la madre y la hija, viven el desarraigo de formas muy diferentes: la madre, como soporte en sufrimiento de la unidad familiar, la hija, coqueteando con el espectáculo y una vida, al entender de entonces, excesivamente libre y peligrosa.
La piel quemada (1967) de José María Forn, lleva el problema de los emigrantes rurales  en una patética plasmación del subdesarrollo económico y cultural español de la época, del caciquismo meridional y de la inmigración en Cataluña.
También los españoles salían de España. Toni, -la cito en este apartado aunque es película francesa- de Jean Renoir (1934), relata la vida de trabajadores españoles e italianos en la Provenza francesa, en la que los extranjeros, por el mero hecho de serlo, son sospechosos de delitos que no han cometido. Entre la comedia y el patetismo están Españolas en París (1970) de Roberto Bodegas o Vente a Alemania, Pepe (1971), de Pedro Lazaga. Ambas reflejan la situación de emigrantes españoles en Europa que se adaptan poco y lo bien que cada uno está en su tierra de origen.
En el cine español de la época se puede apreciar que no todos los españoles iban con los documentos en regla, mito que actualmente se ha creado como excusa comparativa en relación a los actuales emigrantes. «Hasta 1956, el gobierno español no sólo no proporcionará ningún estímulo oficial a la emigración...sino que la vigilancia en las fronteras intentará limitar las salidas en la medida de lo posible... La mayoría de las salidas se realizan clandestinamente» (Términe y otros, 1995)
Cierto es que hacia los años de 1950 España necesitaba romper el aislamiento internacional y aumentar sus divisas. Alemania, por otra parte veía crecer sus conflictos laborales y económicos y no deseaba agravarlos con la llegada de miles de españoles. La solución fue un convenio económico entre Alemania y España (una especie de plan Marshall) que aseguraba a ésta un desarrollo social y económico sin fricciones. En este paquete entró también la emigración. Se inició en España, a instancias de Alemania, el control en origen y en destino de la emigración. En origen, permitiendo la salida mediante un largo proceso burocrático, y en destino, creando las Agregadurías laborales que evitaban la inscripción de los emigrantes en los sindicatos alemanes y la creación de las Misiones Españolas, adjudicadas a la Iglesia, que ejercieron como fuerte elemento de control social. En Alemania, los españoles tuvieron por ello un trato asistencial más ventajoso que en otros lugares.
Sin embargo, en el resto de los países, se siguió dando una gran cantidad de emigrantes que llegaban a trabajar de forma clandestina, por no poder acceder a los papeles, en algunos casos porque no conseguían el permiso de su parroquia para obtener el certificado de buena conducta.
El mito creado en los últimos años por algunos estamentos de la política de derechas, complementada por la falta de seriedad, o la connivencia, de algunos medios de comunicación, ha creado en la opinión popular la idea de que emigración y delincuencia van unidos. Esta opinión trae  inmediatamente a colación la falsa afirmación de que la emigración española se componía de ciudadanos ejemplares e integrados. El cine, en general, desmiente estas afirmaciones, haciendo énfasis precisamente en lo contrario.
Aunque nadie duda de que la mayoría de los emigrantes españoles trabajaron pacíficamente sin necesidad de realizar actividades delictivas, al igual que la mayoría de los emigrantes actuales en nuestro país, el cine refleja en la mayoría de los casos otra realidad –también real- ayudando a deshacer otro de los mitos inventados como excusa para comparar la actuación de los emigrantes españoles en el extranjero con los actuales emigrantes en nuestro país. La dura vida del emigrante español en América y en algunos casos la turbia manera de hacer dinero y un lugar en la sociedad se trata en Frontera sur, 1998, en la que Gerardo Herrero hizo un drama de emigración en Argentina, una forma sórdida de abrirse camino, la trata de blancas, las riñas de gallos, la apropiación de las tierras, la violencia... o Sus ojos se cerraron de Jaime Chávarri, (1997), la historia de una modista madrileña que llega a Buenos Aires en los años 30.
La situación de una España en desarrollo trajo consigo una nueva realidad y llegaron los emigrantes. El cine comenzó a relatar la forma de vida de los recién llegados, sus problemas, sus dificultades de integración y las trabas administrativas y personales. En la medida en que el problema se hizo más duro y la reacción local más furibunda contra el emigrante el cine español reaccionó con algunas películas. Las cartas de Alou, 1990, de Montxo Armendáriz, narra el periplo de un joven senegalés por la península en precarias condiciones laborales, Bwana, de 1995, de Imanol Uribe, que es una reflexión sobre la xenofobia y el racismo encarnados en una familia española, sus miedos y sus frustraciones hacia un emigrante subsahariano que acaba de llegar en patera. En 1996, Felipe Vega realizó El techo del mundo, basada en un relato de Julio Llamazares, sobre la amnesia de un español integrado en Suiza, al que se le despiertan instintos racistas.
Saïd Saïd, 1998, de Llorenç Soler, cuenta la historia de Saïd y las duras condiciones de vida que tienen los inmigrantes magrebíes en nuestro país. Para señalar, aunque sea someramente, el papel de la mujer, tanto en Saïd como en Las cartas de Alou, los dos protagonistas, el marroquí y el senegalés, se enamoran de mujeres españolas, que les ayudan fervientemente, aunque esa situación no mejora, sino al contrario, la relación de los emigrantes extranjeros con su entorno social, dando lugar en algún caso a virulentas reacciones por parte de grupos racistas (Saïd). En ninguna de ellas se aprecia a la mujer emigrante, invisible en esta etapa del cine español.
La emigración de los países del Este se narra en El sudor de los ruiseñores, de Juan Manuel Cotelo, 1998, sobre un violonchelista rumano que llega a Madrid con el sueño de trabajar en una orquesta y ganar el dinero suficiente para poder traer a su esposa y a su hija; la de los emigrantes cubanos en Cosas que dejé en la Habana (1999) de Manuel Gutiérrez Aragón. En esta última, la mujer tiene ya una importancia sustancial, ya que narra la historia de tres jóvenes cubanas que buscan trabajo en Madrid donde viven con una tía. Es una interesante película a pesar de que los estereotipos se suceden en ella, tanto en lo que se refiere a las cubanas recién llegadas, que procurar una típica integración en el medio, la tía, que ha hecho simbiosis con el entorno, como los diferentes personajes españoles, que responden a etiquetas previstas.
En 1999, Iciar Bollain realizó Flores de otro mundo. Una caravana de mujeres –extranjeras y españolas- llega a un pueblo con el fin de establecer relaciones con los solteros de la población. Son varios los conflictos que se generan por las diferencias culturales y sociales entre las recién llegadas y los vecinos del pueblo. Es, posiblemente, la película en la que el problema de la mujer inmigrante, se ve con mayor realismo, sobre todo en lo que se refiere al poder masculino en las relaciones –incluida la violencia corporal- y a las dificultades de ser aceptadas sus diferencias por la cultura tradicional.
He citado más arriba la película del 2002, Poniente, de Chus Gutierrez, una historia de amistad y amor con el conflicto social de la emigración de fondo. Es una película de guerra, guerra de sexos, de culturas, de clases… que culmina en una gran batalla en la que pierde todo el mundo.
En el año 2005 el cine español ha tratado el problema de la mujer emigrante y su relación cultural, laboral y social desde diversos puntos de vista. Una interesante película es Princesas (2005), en la que Fernando León de Aranoa, director y guionista narra de forma esplendida la amistad de dos prostitutas de calle, una emigrante y otra española, luchando juntas en una sociedad que les da la espalda. También en 2005, Pedro Pérez Rosado ha realizado Agua con sal, en la que dos mujeres también, una emigrante y otra española, trabajadoras marginales e ilegales luchan por sobrevivir en un ambiente hostil.
Interesante es Un franco, 14 pesetas, de Carlos Iglesias, que en 2006 narra una historia de españoles emigrantes a Europa hacia 1960, en la que desmitifica muchas de las aseveraciones sobre la emigración de españoles que actualmente se tienen, así como del retorno a su país de estos emigrantes. Las dificultades de adaptación, la entrada sin papeles, los problemas, la necesidad de sobrevivir, a veces delinquiendo, etc.
También en 2006, Marta Rivas y Ana Pérez han retratado en el documental  El tren de la memoria, el éxodo de dos millones de españoles que buscaron la prosperidad en Europa en los años sesenta. Se fueron para unos meses, se quedaron treinta años. El documental pretende cubrir una laguna en la reciente historia de España y saldar una deuda con los protagonistas de unos tiempos difíciles de los que apenas sabemos algo más que una escueta historia oficial y unos cuantos tópicos. La mitad son clandestinos y viajan sin contratos de trabajo. El ochenta por ciento son analfabetos. Ante ellos se levanta el muro del idioma y las costumbres diferentes. En la actualidad, otros necesitados llaman a la puerta de un país próspero. Casi nadie se acuerda de la otra historia. Josefina si. Ella recuerda su viaje en el tren de la memoria.
Inspirada parcialmente en hechos reales, Chus Gutiérrez realizó en 2008 Retorno a Hansala, que narra la historia de Martín, un empresario funerario con problemas económicos, que encuentra en el cadáver de uno de los muchachos marroquíes muertos en el Estrecho, al intentar pasar en patera a España, un número de teléfono. Así entrará en contacto con Leila, la hermana del fallecido, una joven inmigrante que tratará de repatriar el cadáver de su hermano.
Hasta el momento, el cine de emigración en España, lo han hecho españoles. Con dignidad y equilibrio en la mayoría de las ocasiones, pero desde un punto de vista difícil de traspasar. Es posible –y de desear- que en el futuro, escritores y directores emigrantes, puedan reflejar la realidad desde su óptica, como sucede en otros países con más años de emigración extranjera, abriendo las perspectivas a otras visiones que ya se aprecian en la lucha reivindicativa y solidaria. En teatro, por ejemplo, Juan Diego Botto, ha escrito y dirigido El privilegio de ser perro (2005), en la que  a través de cuatro monólogos y de cuatro diferentes puntos de vista desarrolla los procesos sufre y vive un emigrante cuando se enfrenta con el exilio, la pérdida de su identidad, en el viaje obsesivo en búsqueda de una mejor calidad de vida.
Documentales sobre la emigración hacia España
Además de la citada Vida de moro, un documental producido por Canal + en el año 2000, es necesario citar Lalia, realizada en 1999 por Silvia Munt, que ganó el premio Goya de ese año al mejor documental, y que refleja la necesidad de escapar de una realidad terrible, la que se vive en los campamentos saharauis en Argelia.
Una invitación a la reflexión sobre la convivencia y los espacios culturales entre la diversidad de personas que pueblan España es el largometraje documental El otro lado... un acercamiento a Lavapiés, del egipcio Basil Ramsis. Chinos, africanos del norte y del centro, hindúes, latinoamericanos, españoles, buscan su lugar en un barrio que representa la diversidad de la emigración.
En el 2002, Carles Bosc hizo Balseros. En el verano de 1994 un equipo de reporteros de Televisió de Catalunya filmó y entrevistó a siete cubanos y a sus familiares durante los días que preparaban la arriesgada aventura de lanzarse al mar para alcanzar la costa de los Estados Unidos, huyendo de les dificultades económicas que asolaban su país. Tiempo después, en el campamento de refugiados de la base norte-americana de Guantánamo pudieron localizar a los que habían sido rescatados en alta mar. Es una historia sobre los sueños frustrados por la realidad de la emigración fallida.
Muy interesante es el corto documental español (2004), Paralelo 36, de José Luís Tirado, en el que los protagonistas son los emigrantes –con sus sueños, dificultades y deseos- que llegan en patera a las costas españolas, en el viaje de la emigración clandestina atravesando el estrecho de Gibraltar.
A destacar también el largometraje documental Pobladores, 2006, de la productora española «Tus ojos», dirigido por Manuel García Serrano, con una  importante dimensión educativa, realizado en soporte digital. Aunque se va  a proyectar en cines,  se ha apostado por una distribución no comercial, y se envía a colegios y entidades educativas y culturales acompañada de textos didácticos.
Es muy importante la película 14 kilómetros (2007), Espiga de Oro en la semana de Cine de Valladolid, de Gerardo Olivares, cuyo nombre le viene de la distancia que separa África de Europa, pero que también es la barrera que aleja los sueños de millones de africanos que piensan en España, Francia u otro país occidental como la única alternativa para huir del hambre y de la miseria. En África hay millones de personas cuyo único objetivo es entrar en Europa porque el hambre no entiende de fronteras ni de barreras. El éxodo es inexorable.
En Retorno a Hansala, dirigida por Chus Gutiérrez en 2008, inspirada parcialmente en hechos reales, se narra la historia de Martín, un empresario funerario que encuentra un número de teléfono en el cadáver de uno de los muchachos muertos en el Estrecho. Así entrará en contacto con Leila, la hermana del fallecido, una joven inmigrante que tratará de repatriar el cadáver de su hermano. Martín, viendo las posibilidades de negocio, partirá con ella hacia su aldea con la idea de obtener el máximo beneficio de otras familias que reconozcan a sus muertos a través de sus pertenencias, topándose sin esperárselo con la realidad marroquí.

CINE Y DISCAPACIDAD:


Las personas discapacitadas siempre han estado representadas en el cine, y cada vez más, con mayor fuerza.. No obstante, este lenguaje global ha tratado al discapacitado de forma desigual presentándolo, en una gran parte de la filmografía, tanto como ser marginal, deforme y malvado, como el bonachón incapaz de hacer daño a nadie. En el correr de los años, el cine ha avanzado en sus lenguajes promoviendo una figura del discapacitado, cada vez más acorde con el sentido que tienen y aportan  a la sociedad, tomando de la sociedad los modelos que esta provee. Sin embargo, el peor maltrato que sufren los discapacitados en el cine es que no se les ve, salvo excepciones,  como a cualquier persona.
El cine y otros medios de comunicación no representan fielmente la realidad. En el tema de la discapacidad, con demasiada frecuencia se cometen omisiones y se fomentan prejuicios, se mantienen y se alientan actitudes negativas e injustas. Bien es verdad que el cine, también, ha presentado, con mejor o peor fortuna, con lenguajes mejor o peor empleados, al discapacitado como protagonista, presentando a la sociedad problemas que de otra forma no se hubiera conocido y tal vez ni siquiera atisbado, con personas discapacitadas que por lo general son ocultadas.

No se puede dudar del poder de los medios. Las asociaciones de discapacitados luchan constantemente porque los medios reconozcan su derecho a ser vistos como el resto de los integrantes de la sociedad. En algunos programas de televisión se les coloca en la última fila del plató, o se les coloca de comparsas o como objetos de observación.

La batalla de los colectivos de discapacitados está por hacerse presentes en los medios, dejar de ser «invisibles» en ellos de la misma manera que van haciéndose visibles en la sociedad, ya que ello significa existir en el pensamiento de los demás. «lo que no aparece en televisión no existe para la mayoría de los ciudadanos». El aparecer en los medios con «objetividad informativa» y tener la posibilidad de hablar en ellos con voz propia y haciendo llegar a la sociedad mensajes normalizadores sobre la discapacidad.

Desde siempre el cine trató el tema de los discapacitados. Recordemos El jorobado de Notre Dame, en 1923 de Worsley, Luces de la Ciudad (City lights), en 1931, de Charles Chaplin o Freaks/La parada de los monstruos, de Tod Browning, en 1932.

Sin embargo, el discapacitado entra de lleno en el cine con el fin de elogiar a los héroes de guerra y levantar la moral el pueblo norteamericano durante la segunda guerra mundial. Muchos soldados regresaban mutilados y era necesario hacer ver que se podían vencer todos los obstáculos sin ayuda, sólo con sus propios recursos. 

Se hizo así un cine con personajes que habían perdido alguno de sus miembros, pero no la ilusión. En 1947, la Academia de Hollywood concedió varios Oscar a la película Los mejores años de nuestra vida, de William Wyler. Dos de ellos (el Oscar al mejor actor secundario y otro especial por su ejemplo a todos los veteranos de guerra), fueron para Harold Russell, que representó el papel de Homer Parrish, un veterano de guerra que volvía con las dos manos ortopédicas. Russell, que había perdido las dos manos en 1944, en un accidente con TNT, mientras entrenaba a paracaidistas, se convirtió en símbolo de valor y coraje para los norteamericanos y fue durante muchos años presidente del Comité Presidencial de Empleo para los Discapacitados.

Otras películas fueron más duras, como Hombres, en 1950, de Fred Zinneman, con Marlon Brando como parapléjico protagonista, Johnny cogió su fusil, en 1971, de Dalton Trumbo, que tuvo un importante éxito de crítica y público. En este caso la discapacidad se utiliza fundamentalmente como una metáfora de los horrores de la guerra.

Sin embargo la mayoría de las películas de aquella época han contribuido a aislar a los personajes discapacitados de sus semejantes, al presentar a las personas con discapacidad como individuos extraordinarios que luchan contra lo imposible, como personajes violentos y autodestructivos o como personajes extraordinariamente bondadosos y llenos de inocencia, silenciando los verdaderos problemas sociales y haciendo al discapacitado «invisible» para el gran público.

Recordemos un film como El milagro de Ana Sullivan (The miracle worker), en 1962, dirigida por Arthur Penn, con un guión de Helen Kéller, en el que cuenta parte de verdadera historia de la niña (Helen Keller), sorda y ciega que aprende a comunicarse y hablar, gracias al apoyo de su institutriz Ana Sullivan. La película fue un éxito y recibió el oscar a la mejor actriz para Anne Bancroft.

También marcó un hito la producción de El Regreso (Coming Home), en 1978, de Hal Sabih, una película protagonizada por Jon Voight en el papel de un veterano de la Guerra del Vietnam con paraplejia, y Jane Fonda, que abandona a su marido para irse con él. La discapacidad en este caso no es ignorada ni constituye el eje central o motivador de la trama. Las principales diferencias entre el protagonista y el marido de Jane Fonda son su actitud ante la guerra y ante las mujeres, y no la discapacidad. La relación de Voight y Fonda en El Regreso no es la del paciente y la enfermera, sino la de un hombre y una mujer en una situación nueva para ambos. El mensaje que la película transmite es que las personas con discapacidad pueden ser adultas, ingeniosas, interesantes, divertidas y sensuales como cualquiera. Voight y Fonda obtuvieron, respectivamente, los Oscar al mejor actor y a la mejor actriz en 1978.

VIOLENCIA HACIA LA MUJER EN EL CINE

El cine, desde sus comienzos, ha filmado con mucha dureza la violencia, que se ha visto acrecentada durante las últimas décadas. La violencia filmada contra la mujer refleja una actitud real de la sociedad, un documento fehaciente de la conducta humana y al mismo tiempo una denuncia contra esa misma situación de indefensión psíquica, física y cultural. Si bien es cierto que todo se ha filmado, incluso la justificación de esa violencia, lo más normal es que el cine, con sus duras imágenes en muchas ocasiones, saque a flote una situación para que el espectador por sí mismo extraiga sus propias conclusiones, normalmente negativas al maltrato a la mujer en lo que ser refiere a la violencia física, no tanto, o mucho menos cuando la violencia es sexual o psicológica.

Otras veces, los mismos personajes de la película, defienden a la mujer, o ellas se vengan por sí mismas. El manantial de la doncella (Jungfrukällan, 1960), de Ingmar Bergman, o Sin perdón, (Unforgiven, 1992) de Clint Eastwood, son películas de castigo y venganza hacia quién maltrata a una mujer, en el primer caso una doncella violada y asesinada por unos bandidos, en el segundo caso basada en su totalidad en la venganza de unas mujeres que contratan a un pistolero por unas lesiones brutales producidas a una mujer en un burdel. Una película muy significativa es El color púrpura (The color purple, 1985), de Spielberg, en el que varias mujeres, maltratadas por sus maridos o amantes, van liberándose paulatinamente gracias a su solidaridad, a la educación o a la lectura. En muchos casos es la propia mujer la que hace su propia justicia Thelma y Louise(1991), de Ridley Scott vengándose de los agresores e imponiendo sus propias leyes.

En cuanto a la violencia doméstica, el cine ha reflejado siempre lo que la sociedad de cada época ha vivido. El cine ha aceptado en ocasiones, como la propia sociedad, la figura decorativa o sumisa de la mujer, la dependencia de ella hacia el hombre. En otros casos, la mujer ha sido libre, dominante muchas veces, aventurera otras, malvada en muchas. La mujer en el cine ha tocado todos los papeles.
El cine ha reproducido también el lenguaje sexista, imponiendo la violencia que se transmite a través del lenguaje, cuando se reproducen los comportamientos de una sociedad en la que predomina la cultura y la ley del varón, cuando se presenta a la mujer como simple objeto sexual, expresando la relación de desigualdad entre hombres y mujeres, basando en la afirmación de la superioridad de un sexo sobre el otro; de los hombres sobre las mujeres, presentando a las niñas como personas que aprenden a ceder, pactar, cooperar, entregar, obedecer, cuidar… aspectos que no llevan al éxito ni al poder y que son considerados socialmente inferiores a los masculinos, quedando las mujeres reducidas al espacio doméstico de la familia.
Aunque en infinidad de películas la mujer ha sido protagonista, tanto en dramas como en aventuras, el cine ha reflejado documentalmente situación que la mujer ha sufrido durante el siglo XX, quedando en muchas ocasiones en segundo plano o considerándose solamente como compañera, novia o amante. La violencia hacia la mujer no solamente se da en la pareja, el cine la filma en el trabajo, en forma de acoso, en la calle -las prostitutas son casi siempre maltratadas por policías y chulos- infinidad de películas reflejan la tortura y y las violaciones sexuales, la persecución, la presión emocional, desapariciones, encarcelamiento e incluso la muerte. El tratamiento pornográfico de muchas películas enaltece la visión de la mujer como simple objeto de placer, llegándose en ocasiones al asesinato filmado. Amenábar lo refleja magníficamente en su película Tesis (1995).

CINE Y MEDIOAMBIENTE:


El cine no solamente ha puesto en contacto al hombre con la naturaleza, los paisajes exóticos y el documental de naturaleza, sino que además ha sido, y sigue siendo en ocasiones, militante activo en la lucha por la defensa del medio ambiente. Además, el cine ha sido desde su nacimiento, el más poderoso vehículo de transmisión de conocimientos y de culturas, aportando a sus espectadores infinitas posibilidades de encuentro con paisajes, naturaleza, lugares y costumbres.

Desde que en 1922, en Nanuk el esquimal, Robert Flaherty, expuso la difícil relación entre el hombre y su entorno natural, abriendo así el campo de la cinematografía al cine etnográfico, el mundo se llenó de películas defensoras de costumbres exóticas y más tarde entró en el mundo de la defensa de los pueblo, de los valores culturales y de la defensa del mundo.

En el cine español de los últimos años, algunos directores se han aproximado al tema: Tasio (1984), de Montxo Armendáriz, Lo más natural (1990), de Josefina Molina, La nave de los locos (1996), de Ricardo Wullicher, Las ratas, de Antonio Jiménez-Rico, basada en la novela del mismo nombre de Miguel Delibes, obra que explora en la relación entre los animales y los humanos y La lengua de las mariposas (1999), de José Luis Cuerda cuyo guión lo realizó Manuel Rivas, experto en medio ambiente.

Las películas de Tarzán o King Kong, ya basaban sus relatos en la intromisión del hombre blanco en las selvas vírgenes. Las novelas de Burroughs o de Kipling, dieron lugar a decenas de películas. Desde El libro de la selva (The jungle Book, 1942), producida por Korda, sobre el niño salvaje al que cuidaron los lobos en la selva hasta Gorilas en la niebla (1988), de Michael Apted, basada en la historia real de una investigadora que se decide a estudiar los gorilas africanos acercándose a su entorno.

Robert Redford, dirigió Un lugar llamado Milagro (1987), su segunda película como realizador, que desarrolla la lucha por la conservación de la naturaleza basándose en una novela de John Nichols. Posteriormente, a partir de una historia de Nicholas Evans, el mismo director dirigió El hombre que susurraba a los caballos. Otros directores, Jean Jacques Anaud con El oso (1988), o Kevin Costner con Bailando con lobos (Dances with wolves 1990), se suman a la reivindicación por la defensa del medio ambiente, incluyendo el respeto por toda la vida, como aquello que promueven la defensa de la Amazonía, con títulos entre los que destacan La selva esmeralda (The Emerald Forest, 1985), de John Boorman, y Los últimos días del Edén (1992), de John McTiernan. La cinematografía ha sido algo más pródiga con películas que denuncian los desastres ambientales, en películas como El síndrome de China (1979), de James Bridges, sobre los efectos del uso de la energía nuclear.



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