El cine es, sin duda, uno de los pilares básicos de la sociedad mediática y tecnológica que nos ha tocado vivir. Sus inicios, a finales del siglo pasado, supusieron el comienzo de una nueva era en el desarrollo del arte contemporáneo. Prácticamente todos los ciudadanos de este mundo nos sentimos deudores de un medio cuyo consumo llega a todos los rincones del Planeta, ya sea en las salas cinematográficas, en las pantallas del televisor o en los múltiples soportes que las «estrellas» de esta «mágica pantalla» se han dado a conocer.
La escuela no ha querido, o sabido, hasta ahora estrechar una alianza firme con el medio cinematográfico para explorar y explotar didácticamente sus muchas posibilidades didácticas. Aunque hemos de reconocer que sí se han desarrollado experiencias loables, tanto en nuestro país, como a nivel internacional –y ofrecemos ejemplos de algunas recientes–, en general el Sistema educativo no ha integrado de forma planificada el cine como objeto de estudio, como recurso didáctico y como medio de expresión de los chicos y chicas.
Si partimos del principio clave que una escuela que prepare para ciudadanos del siglo XXI ha de enseñarle a enfrentarse a los retos y necesidades que la sociedad plantea, no cabe duda que en el marco de una «Educación en Medios de Comunicación», tendremos que admitir la necesidad de integrar el cine como instrumento interdisciplinar en la enseñanza.
En este línea lúdica, Enrique Martínez también nos insiste en que la integración del cine en el aula puede suponer «Aprender pasándolo de película».
En el contexto de la Reforma educativa, es necesario partir de los conocimientos iniciales de los alumnos. Por ello, Federico Ruiz, indica la importancia del medio cinematográfico en este sentido: «Preliminares para una didáctica del cine: la detección de ideas previas».
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